Algunos con vacío, otros sin vacío, unos con trabajo, otros no, con comidas familiares, o sin ellas.
Pero ya tenía muchas ganas de escribir justamente en un domingo. Y no sé si hoy sea el mejor día, pero yendo con la idea que tengo de que la mejor decisión es la que se toma, pues entonces sí, hoy es el mejor día para hacerlo.
Por mi profesión, o por mi forma de ver las cosas, me gusta hacer introspección a cada rato. Formatearse. Reiniciarse. Reinventarse. Y los domingos me vienen bien.
Recuerdo mis domingos de hace ocho años, cuando no dejaba de preguntarme hacia dónde quería ir, qué quería estudiar, dónde quería vivir, con qué personas quería estar. Y todo ha cambiado, porque de hecho todo ha mejorado, la realidad ha superado la expectativa. En ese momento tenía miedo, dudas, pero decidí y me la jugué con mi decisión, terminé lo que empecé, como me enseñaron.
Luego hace cinco años, los domingos me pesaban un montón, suponían el día de hacer maleta, de despedidas, de carretera, y de pensar si realmente era lo que quería. ¡Claro que era lo que quería! Pero era difícil. Pero a grandes sacrificios, grandes recompensas.
En los últimos años mis domingos han perdido sus rutinas a las que estuve acostumbrada por más de veinte años. Y, aunque dicen que todo cambio es para bien, algunos cuestan más que otros. Hoy estoy lejos de mis domingos de desayunar en familia, ir a misa en familia, comer en familia y cenar con mis amigas. Pero, voy a volvérmela a jugar con la decisión que tomé.
Los últimos tres domingos bien pudieran resumir mis dos años aquí en Monterrey: fútbol, religión, viajes, decisiones, conocer, aprender, escuchar, y gente buena.
Me gustan los domingos, no me asusta replantearme las ideas, y le perdí el miedo a escribir aquí. No importa si me leen 2 o 10 personas, porque, de escribir aprendí que vaciarse es la mejor forma de llenarse. De escribir he aprendido a que cada texto nuevo nace en una hoja en blanco. Y que la esencia es más importante que una foto vacía.
Hoy toca agradecer por este domingo, toca agradecer a todas las personas que están, con un mensaje, una llamada, un consejo, y por aquellos que sabes que, aunque no estén hoy, en realidad ahí están.