Ya lo había escrito por aquí, y quiero volverlo a decir:
Si tienes motivos, tienes motivación.
Y es que, así es… si tienes incentivos, si tienes ilusiones, si tienes metas, objetivos… tienes la gasolina necesaria para llegar al destino que te plantees. O quizá hasta más lejos.
El primer paso depende de ti, y los siguientes también… elige bien tu camino, transítalo, aunque sea uno que desconozcas y que te dé cierto miedo y nervios… decide por ti, la mejor decisión es siempre la que se toma.
Es todo, o es nada. Si das menos del 100, no vale.
Es tu camino, tú lo vas a ir forjando. No compites contra nadie, más bien, aprendes de tus vecinos, aprendes de las personas con quienes compartes tu tiempo. De todos se aprende, de unos a imitarlos, de otros a no ser como ellos. Decide bien.
No se trata de trabajar más que los demás, ni de pregonar que trabajas más, ni de contarle a todos tus planes.
Se trata de que estés convencido, de que trabajes de manera más inteligente que los demás, y casi siempre conviene que lo hagas en silencio.
Se trata de que trabajes en eso que no deja de dar vueltas en tu mente. Que te la creas. Que avances. Que te retes. Que aprendas. Que te asocies con personas más inteligentes que tú. Que observes. Que escuches. Que vuelvas a soñar. Y que sueñes en grande.
Cree en ti.
Mezcla tus pasiones. Diviértete en el día a día. Emociónate como cuando eras pequeño. Llora de alegría, y también llora de frustración. Sácalo todo… hasta que consigas tu mejor versión. Y luego, busca esa mejor versión todos los días. Varias veces al día.
Y, eventualmente llegará eso que quieres, eso en lo que crees. Después de todo ese trabajo y todo ese tiempo invertido, llegará la cosecha… aguanta el proceso y sobre todo, disfruta el camino.
Me encontré la mejor imagen hoy, que me recordó mis motivos y mi mayor motivación.
Sueña. Visualiza. Cree. Trabaja.