Sin escatimar esfuerzos, ni nada. Sin dosificarse, ni dosificar las cosas.
O haces todo, o no consigues nada.
En cualquier lugar, el día que sea y a la hora que sea.
Encuentra esas actividades que te hacen vibrar, y no las sueltes nunca. Aférrate a eso. Conviértete en quien quieres ser.
Si tienes motivos, tienes motivación.
Las personas a quienes más admiro jamás se han dosificado: y como ejemplo, el mejor ejemplo: Jesús jamás dosificó su enseñanza, su dolor, su entrega o su amor.
¿Te estás esforzando de verdad?
Muchas veces creemos que estamos dándolo todo, y estamos dosificándonos. Y no hay nada peor que dar menos de un 100%. El mínimo es 100%, de ahí para arriba, nunca para abajo… ¡en todo!
Todo se basa en esfuerzo.
Si das menos del cien, tus resultados no llegarán al cien. Y, eventualmente creerás que eso no es para ti, querrás que las cosas ya paren, o cambien.
El esfuerzo que pasa tus límites significa dolor, sufrimiento, sangre, sudor.
Si tú no inviertes en ti, difícilmente alguien lo haga. Consigue lo que persigues. La mayoría de veces depende de ti.
Motivación. Motivo. Motivación. Y así, en loop.