Somos lo que hacemos los fines de semana por la noche…
Recuerdo muy bien el primer viernes que decidí ‘sacrificar’ lo que para ese entonces suponía un concepto de viernes para mi.
Agosto de 2014. Eran alrededor de las cuatro de la tarde y terminó el proceso: quedé aceptada en un trabajo. Representaba una gran oportunidad: algo seguro, a largo plazo, y siendo aún una estudiante las formas y los tiempos eran inmejorables, me ofrecieron empezar de una vez, pero sobre todo me aseguraron que una vez egresada, el puesto era mío.
Un trabajo de retos, como ingeniera de software estar involucrada en proyectos con las mejores tecnologías y con licencias de primer nivel era un sueño. Y es que era muy bueno, pero nunca imaginé que pudiera darse.
Salgo de la reunión con un montón de hojas, pues siempre me ha gustado apuntar todo lo que considero importante. Y ese día escribí muchas ideas, no quería que ningún requerimiento del proyecto pasara por desapercibido, porque, era muy importante para mi. Un proyecto en entorno web, con una base de datos sumamente interesante: llenado de alumnos, relaciones, calificaciones, horarios, materias, perfiles de profesores, calificaciones, etcétera. Un montón de datos que en mi mente ya comenzaban a verse como información valiosa.
Llego a mi casa, y, como buen fin de semana, los planes sobraban: fiesta familiar, cumpleaños de un amigo, y despedida de una amiga que se iría un semestre de intercambio.
Pero en la intimidad de mi laptop y mis apuntes, decidí mejor empezar a diseñar la base de datos, y comenzar el análisis del software que había que desarrollar, ¡tenía seis meses para hacerlo! Pero quise empezarlo en ese momento, me sentía lista para hacerlo. Podía hacerlo, quería hacerlo… pero pasaron unos cien minutos y la emoción se detuvo.
Bajé por agua a la cocina, y en eso llegó una de las pláticas que más ha cambiado mi vida… el hecho de leer: “Ivonne veo que te gusta el fútbol, ¿a qué te dedicas?, ¿hacia dónde quieres ir? … te dejo una tarea” cambió mis emociones. Quizá las removió, quizá encendió las verdaderas. Pero sin duda cambió mi jerarquía de actividades…
Acepté el reto, acepté la ‘tarea’, y me quedé en casa, para ver un León-Chiapas y escribir lo que veía del partido, en ese momento no sé si fue crónica, análisis o si sólo intenté acomodar todos los datos que investigué por mi intensidad. En fin… supe que ese día, y con esa tarea había encontrado emociones que aún siguen encendidas en mi.
Terminé de desarrollar el proyecto, y lo entregué, porque en casa me enseñaron muy bien que lo que se empieza, se termina… y decidí dejar lo seguro por aventurarme a buscar aquello que, sabía no sería fácil.
Desde ese día, han sido un cúmulo de decisiones que me han movido por donde he transitado, que me han hecho conocer a muchas personas buenas de quienes he podido aprender mucho.
Recuerdo que ese día, hace más de cuatro años, estaba en la intimidad de mi escritorio queriendo acomodar datos y parámetros de aquel sistema de estudiantes para generar información, y hoy realmente hago caaaaasi lo mismo, pero con un mejor común denominador: pasión.
Quizá cambié mi concepto de viernes, quizá sacrifiqué muchos momentos, reuniones, y quizá tomé más decisiones de las que debí haber tomado, pero este cúmulo de cosas me sigue moviendo, y me sigue motivando…
Desde ese día supe que mis viernes, mis sábados, mis domingos, y cualquier otro día de la semana los destinaría a avanzar en lo que sueño, a aprender, a formarme, a escuchar, a intentar, a practicar… sigue siendo así… a tal grado que me emocionó leer algo que escribí hace tres años, la tenía clara… somos lo que hacemos un viernes por la noche.
Cada vez me debo más a mis viernes y sábados por la noche. Y me pone muy feliz eso. 👆
— Ivonne Val-Nav 👩🏼💻⚽ (@IvonneValNav) 11 de abril de 2015